“El Atlético deja solo a Simeone”

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A Simeone le das las buenas tardes ahora mismo y te responde con la UEFA y el penalti de Julián. Por dos razones, fundamentalmente: porque no quiere que caiga en un olvido interesado lo que sucedió en el Metropolitano el pasado día 12 y porque sabe que no cuenta con más aliados para ello que un tal Diego Pablo. O sea, él. El club se hace el longuis, los jugadores van a la suya y parte de la hinchada se pierde en debates absurdos, así que por momentos el del traje negro pareciera predicar en el desierto. Un tercer motivo para que no se calle, tan bueno como los otros dos, mejor si acaso, es que su discurso molesta a los que siempre encuentran un motivo para molestarse.

Vivimos en una sociedad, trasladada por supuesto al fútbol, en la que el poderoso te hace llorar para luego llamarte llorón. Por si alguien lo ha olvidado, el Atlético debe ser el único equipo de la historia que ha perdido una tanda de penaltis cometiendo los mismos fallos que el rival. Uno, el de Llorente. Por si alguien lo ha olvidado, el Real Madrid debe ser el único equipo de la historia que ha ganado una tanda de penaltis cometiendo los mismos fallos que el rival. Uno, el de Lucas Vázquez. La decisión final pasó por que alguien desde la oscuridad encontrara en apenas segundos lo que buena parte de la humanidad, incluidos reconocidos rojiblancos como Van Basten, Lineker o Shearer, no ha sido capaz de encontrar aún en semanas…

El doble toque de Alvarez. Porque ahí se centró un debate interesado y que se ciscaba directamente en el reglamento, que, con uno, dos o seiscientos contactos, no considera un balón en juego hasta que se haya desplazado “con claridad”. Efectivamente será el rival rojiblanco de octavos el que juegue la próxima semana en Londres. Seguramente, de hecho, será el rival rojiblanco de octavos el que vuelva a presentarse en la final de la Champions, porque, mientras no se demuestre lo contrario y aunque siempre salga cruz (en esta competición, que en otras sale cara), nadie lo lleva al límite como la tropa del Cholo. Pero por eso mismo hay que insistir: fue una tropelía. Pero por eso mismo hay que matizar: fue otra tropelía.

Ahora todas las armas apuntan a (y disparan sobre) el Pepito Grillo de esta historia, abandonado de forma miserable por los suyos. En lo que al Atlético respecta, conviene preguntarse qué hay al otro lado de un silencio abrumador. Por extraño que parezca, los despachos se vanagloriaban de haber conseguido que la UEFA emitiera un comunicado, incluso de que planteara un futuro cambio de normativa, como si lo uno o lo otro sirvieran de algo en clave rojiblanca. Eso fue justo después de la eliminación, porque el paso de los días y la torpeza del ínclito Louzán pusieron sobre la mesa la probable candidatura rojiblanca a la final de la Champions 2027 o la posible renuncia rojiblanca al Mundial 2030 para dar prioridad a otro tipo de eventos. Sedes, cambalaches, trapicheos: entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero.

Operan en el club desde hace un tiempo nuevos ejecutivos que seguramente ofrecen aquello que se les demandaba, léase priorizar el negocio al sentimiento. De alguno se alaban los frecuentes contratos de patrocinio, obviando que en el afán por mantener buenas relaciones institucionales contribuyó a que, por excesos de parte, se criminalizara a toda una afición. A otro se le apuntan méritos ajenos (no le ha llegado oferta del Arsenal, por lo que sea), soslayando un pasado dudoso, una incompetencia supina en el manejo de las redes y, sobre todo, un mutis por el foro evidente cuando en el pasado mercado invernal se pudo pero no se quiso reforzar la plantilla.

Que el Atlético entonces era líder es tan cierto como que 2014 y 2021, los últimos campeonatos domésticos conquistados, trajeron sendos meses de enero con novedades. Por vía directa (rendimiento propio) o indirecta (descanso para los demás), reforzarse no pareció entonces ni parecía ahora mala opción, sobre todo teniendo en cuenta las evidentes carencias de una plantilla a la que Simeone ha tenido hasta marzo peleando por todo. Por no entrar en un análisis demasiado farragoso, consten en acta los laterales que sobran o el mediocentro que falta. Estas líneas, que se escriben horas antes de saber si se coge o no el último tren hacia un título, insisten e insistirán las veces que haga falta en las certezas de un míster. Especialmente ahora, cuando se acumulan los que dudan…

Se equivoca en decisiones, por supuesto, entre otras cosas porque se pasa la vida tomándolas, lo que en todo caso no habilita a los justicieros que consideran un fracaso cualquier cosa menos ganar Liga o Champions. Se nos escapa el texto con los futbolistas de rositas y no es plan, porque para ellos también hay: a dos de los más comprometidos y menos sospechosos, Koke y Griezmann, les dio por marcharse a la Superbowl justo después del último derbi liguero y justo antes de que vinieran curvas en el calendario, con el resultado (datos, no opinión) de que el primero se lesionó por lo muscular en el siguiente partido (no ha vuelto a jugar) y de que el segundo ha hecho un gol en nueve encuentros (tampoco ha vuelto a jugar). Y la expulsión de Correa. Y el penalti de Lenglet. Y el rendimiento de Lino…

Con todo, la eliminatoria de Champions concluyó 2-2. Después, Marciniak y compañía. Después, la UEFA queriendo demostrar lo indemostrable, con un video como mínimo sospechoso y en cualquier caso de peor calidad que los ofrecidos por televisiones de todo el mundo (inolvidable que quisieran demostrar la infracción con imágenes exclusivas de una… ¡brasileña!). Después, el propio Julián con su bonhomía, aclarando que cualquier declaración anterior a él achacada era directamente un invento. Después, Simeone inmolándose mientras superiores e inferiores en jerarquía, sin que les caiga la cara de vergüenza, contemplan imperturbables la hoguera. Algún día no habrá un Cholo detrás del que esconderse. Y mientras ese día llega no ha de callar, por más que silencio avisen o amenacen miedo.

“¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?” (Francisco de Quevedo y Villegas)

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