
Acaba de aterrizar desde Alaska pero da la impresión de que sólo ha llegado su cuerpo. Su mente se ha quedado allí. Willy Mulonía (Brescia, 1967) continúa en guardia. “Sé que no me tengo que preocupar de buscar un sitio para dormir, que ya estoy en casa, pero sigo pensándolo. He llegado a tener hasta fiebre una vez que he llegado a España”. No es extraño lo que sucede con Willy. Suele ser normal entre quienes acaban de vivir una gran aventura y regresan a la civilización. Lleva un periodo adaptarse de nuevo a la rutina y Willy está en ese proceso. No encaja del todo. No todavía. Da la impresión de estar más feliz sentado en un trozo de hielo que en la confortable cafetería que nos acoge.
Así que el periodista no tiene más que dejarse transportar hasta Alaska a través del relato apasionado de este italiano que se define a sí mismo como “un alaskiano que vive en la sierra de Madrid”. Allí, entre Navacerrada y Cercedilla, ha montado su campo base vital, su particular oficina con rutinas como salir en bicicleta, dormir en el monte en pleno invierno y regresar en un par de días. Es, literalmente, vivir la aventura desde la puerta de casa. A veces no hace falta viajar hasta Alaska. Es cuestión de espíritu aunque, en el caso de Willy Mulonía, parece una necesidad vital. “He estado ocho veces en la Iditarod. Y antes ya estuve en Alaska en un viaje en bicicleta que me llevó desde Ushuaia hasta el norte”. Un viaje que ha quedado plasmado en un libro, Buscando el Norte, y que es algo más que el relato de un tipo que va en bicicleta. Es toda una experiencia de vida.
Pero volvamos a la carrera. La Iditarod, en su versión ciclista, se celebra desde 1987. Tiene tres distancias, 1.600, 500 y 300 kilómetros. La versión larga sigue el mismo recorrido que la mítica carrera de trineos que le ha dado fama. Y ahí es donde Willy Mulonía ha sido imbatible esta vez. Aunque su perfil no sea el de correr para ganar: “Es verdad pero todos tenemos un lado competitivo y ya que estás ahí y ves que tu estrategia te permite estar delante… ¿por qué no?”.
Willy Mulonía, un ciclista y aventurero italiano afincado en España desde hace 23 años, ha ganado la prestigiosa Iditarod, la carrera de las nieves que se celebra en Alaska.
Efectivamente, Willy y sus compañeros de grupeta se dieron cuenta de que haciendo paradas más largas que los que iban en cabeza, parando a dormir una media de seis horas, recuperaban mejor y les comían la distancia que les habían empezado a sacar los estadounidenses con otra estrategia totalmente diferente: dormir tres horas y hacer paradas cortas para comer.
“Yo lo tengo muy claro en este tipo de carreras”, explica Willy. “Hago tres comidas calientes al día aunque me lleve más tiempo, y duermo unas seis horas, dependiendo del sitio al que quiera llegar. En Alaska hay una especie de cabañas, las cabin, donde puedes descansar. Y si no llegas, montas la tienda de campaña. Así nos dimos cuenta de que íbamos alcanzando a los locales. Además, la privación de sueño yo la llevo muy mal, hay gente que se adapta mejor”.
Mi estrategia en carrera son tres comidas calientes al día y dormir seis horas, se rinde más así
Todo esto no lo aprendió Willy sobre la marcha si no a base de haber estado en la Iditarod siete veces antes. La experiencia es un grado: “Los que duermen en el hielo pueden ir más rápido pero recuperan peor. Por eso es importante llegar a las cabinas, hacer fuego, estar caliente, cenar, dormir bien… Yo procuró meterme unas 6.000 calorías al día. Esta vez, sólo he perdido tres kilos de peso. Es una buena señal”.
Willy y un compañero se ayudan para vadear un arroyo
Pero no sólo hay que fijarse en el ritmo que a veces puede ser desesperadamente lento. La media de este año ha sido de 9,8 km/h. La Iditarod es una carrera llena de detalles, hay mucho que controlar si quieres ser finisher. Ganar es otra cosa y para Willy fue una cuestión de ensayo-error: “Vas viendo lo que te funciona, lo que mejor se adapta a la carrera, lo que te hace avanzar. El tratamiento psicológico que te das a ti mismo es importantísimo. Cómo te hablas es una de las claves. Una carrera de estas no la puedes ver en su totalidad. Como digo yo, la loncha de jamón tiene que ser fina, transparente. Hay que ir de cabina en cabina, de río en río, de subida en subida. E intentar avanzar siempre. Se empuja la bici durante muchos de los 1.600 kilómetros. Por eso a mi no me gusta decir eso de “empujar la bici”. Me gusta decir que camino al lado de la bici. Es otra forma de verlo”.
Los alces pueden ser un peligro, son enormes, un alce con hambre… cuidado
También quiere desmentir otro mantra que, en ocasiones, puede llevar al fracaso en carreras de ultradistancia: “En muchas ocasiones te dices a ti mismo: “esto no se termina nunca”. Pero es mentira. Siempre termina. Sólo hay que avanzar, aunque sea despacio”.
Territorio hostil
Un territorio como el de Alaska es especialmente hostil en lo meteorológico y en otros imponderables. Willy reconoce que le tiene más miedo al viento que al frío: “Del frío te puedes proteger pero como tengas un viento en contra de 50 km/h, con sólo diez bajo cero de temperatura, estás liquidado. Eso es mucho peor que estar a cuarenta bajo cero. El frío está ahí pero el viento te pega y te mata”.
Otro de los detalles a controlar es el sudor: “Vamos protegidos por capas de ropa pero incluso en temperaturas tan bajas es inevitable romper a sudar con el esfuerzo. Y hasta eso tienes que tener en cuenta porque con el sudor, el frío te congela y te puedes meter en dificultades enormes. Hay que saber abrigarse o desabrigarse según la situación. La congelación por sudor es un enemigo que está ahí”.
Hay que controlar hasta lo que sudas, el sudor te puede acabar congelando
La fauna local es otro problema aunque Willy, en todos estos años, no ha tenido encuentros desagradables: “En esta edición he podido ver un lobo que es algo difícil porque, en contra de lo que se pueda pensar, son huidizos. Lo que más peligro tiene son los alces. Son enormes, aquí estamos acostumbrados a verlos en foto y es muy difícil dimensionar lo grande que es un alce. Además, en las fechas de la carrera están nerviosos porque no hay mucha comida. Un alce nervioso en el track de la carrera puede ser un problema. Afortunadamente, los osos están hibernando en esta época”.
Willy, preparando la comida en un descanso
De nuevo en carrera, Willy rememora cómo fue el hachazo definitivo: “Hubo un momento en que nos pusimos en cabeza y llegaba la hora de cruzar el océano helado. Y yo les dije a mis compañeros que adelante, mientras los americanos dudaron. Tardamos 12 horas. Había que buscar el camino pero yo sabía que si íbamos en línea recta, íbamos a llegar. Cuando los americanos llegaron a nuestra posición, nosotros estábamos ya para salir otra vez pero ellos querían hacer una especie de pacto para ir todos juntos. Fue una negociación psicológica porque ni entre ellos estaban de acuerdo. Temíamos que nos la fueran a jugar. Mi hermano, que es muy impulsivo, se puso nervioso y le dije: “yo hablo, tú sólo mueve la cabeza y disimula”. En la primera parada que hicimos juntos, yo no quité el saco de dormir de la bici hasta que no lo hicieron ellos. Temía que nos la jugaran. Al final, el pacto se rompió porque cuando íbamos en grupo, había uno de ellos que se retrasaba y no le interesaba nuestro ritmo. Prefería no dormir. Así que siguió cada uno con su estrategia y la nuestra fue más eficaz”.
Un espíritu indomable
Además de correr la Iditarod, escribir libros o dar conferencias, Willy Mulonía tiene otras ocupaciones aunque a él mismo le cuesta definir en qué trabaja: “Digamos que me dedico a ayudar a la gente. Sí, eso es. Ayudo a los demás”.
Y no es una afirmación gratuita porque tiene una agencia de viajes en bicicleta que organiza travesías en lugares emblemáticos del mundo, como Patagonia o Japón. E incluso España, un territorio que para Willy es privilegiado para viajar en bicicleta. Él se encarga personalmente de guiar a los grupos o de organizar pruebas como la Mongolia Bike Race. Sin embargo, se ha producido un fenómeno curioso que le ha abierto otra puerta profesional y personal: el coaching. “Después de viajar conmigo, hay mucha gente que se ha dirigido a mí en busca de orientación, de consejos… He llevado a más de cinco mil personas por el mundo en bicicleta y después de eso, hay muchos que han seguido en contacto conmigo buscando nuevos horizontes de todo tipo”. En la web subscribepage.io/thecabin se puede ver en qué consiste su mentoría, algo que le ha llevado a cursar Psicología para formarse profesionalmente.
Hay gente que me pide que le entrene pero si veo que sólo quieren tachar una carrera de su lista… les digo que no
No en vano, se dedica a preparar ciclistas que quieran acometer la Iditarod porque es una carrera por invitación en la que hay que acreditar unas determinadas condiciones o, en su defecto, alguien que avale la capacitación. Y Willy es uno de los que puede poner el sello de apto.
Sin embargo, él busca algo diferente en quienes quieren que les entrene: “Si veo que es alguien que sólo quiere tachar la carrera de su lista, le digo que no. Le pregunto por qué quiere hacerlo y para qué quiere hacerlo. La preparación técnica y física se la puedo dar en un pdf. Pero la preparación psicológica es clave. Si no veo emoción y humildad para aprender en la esfera personal…”. En definitiva, Willy quiere gente que esté Buscando el Norte.
This news was originally published on this post .
Be the first to leave a comment