
En un fútbol cada vez más moderno, donde los jugadores expresan su identidad con peinados llamativos, tatuajes y barbas de catálogo, hay una figura que sigue siendo, casi por norma, un lienzo en blanco. Se trata del árbitro. Impecablemente uniformados, con gestos sobrios y presencia neutra, los colegiados de élite rara vez, por no decir nunca, lucen tatuajes visibles o barba. No es una norma oficial impuesta por la FIFA o la UEFA, pero sí una de esas leyes no escritas que marcan la diferencia en la élite del arbitraje.
El árbitro, neutral incluso en apariencia
“El árbitro no solo debe ser imparcial, también debe parecerlo”. Esta máxima, repetida en escuelas arbitrales de todo el mundo, resume bien la filosofía que rige la imagen de los colegiados profesionales. A diferencia de los jugadores, cuyo carisma y estilo muchas veces se traducen en identidad de marca, los árbitros aspiran precisamente a lo contrario: ser invisibles. Pasar desapercibidos. Que su presencia no condicione el relato del partido, ni siquiera desde lo visual.
Burgos Bengoetxea
Y es ahí donde entran las barbas y los tatuajes. Aunque no hay una norma oficial escrita que los prohíba, la recomendación implícita en los entornos arbitrales de más alto nivel es clara: mantener una imagen pulcra, neutra, sin elementos que puedan ser considerados provocativos, llamativos o interpretables.
Los tatuajes son quizás el elemento más censurado de forma silenciosa. Aunque algunos árbitros los tienen, rara vez se dejan ver. De hecho, aquellos que los lucen en brazos o piernas suelen cubrirlos con vendajes o ropa de manga larga, incluso en condiciones climáticas extremas. ¿La razón? Se entiende que el tatuaje, que para muchos es una forma de expresión personal o cultural, puede generar interpretaciones o juicios innecesarios.
La barba, una cuestión de seguridad
Lo de la barba, aunque parezca un capricho estético, tiene detrás una explicación mucho más pragmática: la seguridad. La mayoría de árbitros se afeita para evitar hacerlo en caso de sufrir lesiones faciales o heridas con el silbato.
César Soto Grado.
Asimismo, hay quienes incluso lo llevan al terreno psicológico. Una cara bien afeitada transmite más autoridad, más limpieza visual, y menos distracción. En definitiva, más seriedad. No en vano, en muchas academias arbitrales europeas se enseña a los jóvenes colegiados a cuidar hasta el último detalle de su presencia física, incluyendo uñas, peinado, y por supuesto, el afeitado.
La UEFA, por su parte, no tiene ninguna norma específica que prohíba tatuajes o barbas en sus reglamentos arbitrales. Todo queda a criterio de los comités nacionales y, en última instancia, de la propia imagen que cada árbitro quiera o se atreva a proyectar.
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