“Bravo por El Cholo y su arte para predicar”

Entiendo al Cholo Simeone. Siempre fue un maestro de la seducción. Le avala su histórica trayectoria al frente del Atlético, que ha subido dos o tres peldaños en el escalafón y se ha atrevido a discutir el eterno dominio de los poderosos en España bajo la tutela del técnico argentino. Aunque los más mayores recordemos también que el Atlético siempre fue ‘grande’ y que ganaba títulos antes de su llegada, incluso los más escépticos deben admitir qs deben admitir que hay un antes y un después desde el advenimiento del Cholismo.

Sin duda, la maestría de Simeone radica en la comunicación, en su indudable estrategia para manejar el relato que desea que se haga de su historia. Amparado por un entorno mediático lleno de azúcar, sin gran exigencia, donde al que se vuelve incómodo se le obliga a levantar la mano, Diego, técnico top, se ha convertido en un gran predicador. Con su crédito ilimitado y unos bolsillos que nunca tienen agujeros, cuenta su doctrina, su visión interesada de los acontecimientos, y los feligreses se ponen a caminar sobre las ascuas. Sin dolor.

Casi tan importante como los conocimientos tácticos y técnicos, el espíritu que mantengas en el día a día, la profesionalidad y el empeño que le pongas en tu trabajo, la obsesión extrema por los detalles, el buen ojo para elegir jugadores o la capacidad de manejar un bisturí con precisión para intervenir en los partidos, virtudes que Diego atesora, y a las pruebas de todos estos años me remito, resulta admirable su capacidad para convencer a sus seguidores de casi cualquier cosa: las vacas vuelan como los aviones a reacción y el Atlético ‘ganó’ en los octavos de la Champions.

Lo hace en cada gran derrota, con puntualidad. Y triunfa. Bravo.

Pero ahora, desde el respeto que le tengo a su magnífica trayectoria al frente de un club gigantesco, considero que se le ha ido la mano. Cuando sabes que te van a comprar un congelador en Alaska, te atreves a hacer una lectura muy particular de lo que ocurrió en el derbi europeo. “No fue un palo. El Atlético ganó. Luego vino la UEFA…”. Te la crees. Y lo dices una y otra vez para que cale en la opinión pública. Unos se empapan. Otros ríen. Entiendo sus maniobras de distracción para salir indemne de cualquier quema porque los periodistas, sin ofender a nadie, somos bobos y cómodos. Ponemos el altavoz y estas frases nos dan ‘clicks’. Para los fans del Atlético, mientras, su palabra funciona como un bálsamo anestésico que impide fijarse en otras lecturas más severas. Es un ganar o ganar en el partido a partido infinito. Pero esta vez Diego se pasó. Queda comprobar el 8 de abril si en el Emirates Stadium se presenta el Atlético o el Real Madrid. Si triunfa la fe o la ciencia.